El secuestro fue un antes y un después en mi vida. Me marcó profundamente, pero también me comprometió, sobre todo con las víctimas. Ahí comenzó mi lucha por la libertad y los derechos humanos. Junto a mi esposa, creamos la Fundación País Libre, y desde entonces no he parado de alzar la voz.

Con María Victoria, mi esposa, llevo 38 años de matrimonio. Ha sido una relación que me ha hecho crecer, desarrollarme como persona. No ha sido fácil, pero sí profundamente constructiva.

Ser Vicepresidente fue una escuela. Aprendí el valor de la coherencia, la confianza y la capacidad de gerenciar. Esos tres pilares fueron fundamentales para que ese gobierno funcionara.

Y como Embajador en Washington, entendí realmente cómo opera el poder en Estados Unidos. Estar ahí me permitió afinar mi mirada y comprender el nuevo EE. UU., con sus fortalezas, pero también con sus riesgos para nuestras democracias.

Soy periodista y político, y he vivido en carne propia la lucha por la libertad y la democracia. No hablo desde la teoría ni desde la distancia. Hoy, desde la reflexión y el análisis, estudio cómo operan Rusia, China e Irán en América Latina, y los riesgos concretos que esos vínculos representan para nuestras democracias, nuestras economías y nuestras libertades. No se trata de amenazas lejanas: ya están aquí, y están actuando.

Creo firmemente en poner en valor las lecciones de liderazgo que aprendí durante mis 8 años como Vicepresidente de Colombia y mis 3 años como Embajador en Washington

Esas experiencias me dieron una visión clara de cómo se mueve el poder… y cómo defender la democracia frente a quienes quieren destruirla con acciones que van en contra de la democracia de las naciones.